Y le cantan todos
despacito al sol
mientras arrancan las flores nuevas
como quien se aferra al perfume
de lo bello
lo instantaneo
el detener el tiempo en un mismo lugar
las manos
y mis manos se han manchado
de tierra
y rojo
como el rojo de unos labios
rojos
como sangrando
la carne de la sensualidad
como las palabras
que llegan a mi
y van a morir a unos versos.
Sigan cantándole al sol, nomás
como ritual
matando lo que queda de lo que tenemos dentro
para llamar al amor
para llamarlo y decirle
que no vuelva
que siempre tendré una rosa
mis labios
y alguna espina
hasta darme cuenta
de que yo también he sido
arrancada
por las manos ajenas.
Algo me vio morir.
Hay que cantarle al sol despacito
mientras pueda.
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